Las crónicas de Bernhard. Tercera parte: refugio
—Va a sanar bien —dijo Hild mientras terminaba de cambiar el vendaje. —Eso es porque eres buena curandera —respondió Bernhard acariciándole el pelo. Estaban en el refugio, una granja abandonada que probablemente había sido de las primeras en ser saqueadas al entrar los bárbaros en Hispania. La mayor parte del edificio estaba derrumbado, debido a la acción de las llamas, solo las cuadras ubicadas en la parte trasera no fueron consumidas por el fuego. Teodoro y su grupo habían hecho algunos arreglos para que fuese más habitable, solo por dentro, para que no fuera muy evidente que allí había gente; cualquiera que pasase cerca y viese el estado del edificio pensaría que en ese lugar no podía vivir nadie. Honorio era el que les mantenía informados sobre las noticias del mundo, y de los posibles golpes, pequeños asaltos a gente poco importante, sin llamar mucho la intención. Se solía pasar uno o dos días fuera, hablando con la gente de las granjas vec