El gallo ya había cantando media docena de veces. Los primero rayos de sol se filtraban por la ventana. Los dos amigos estaban desayunando en la atestada taberna, es tiempos de guerra el trabajo para los que saben usar armas aumentaba, y eso hacía que lugares fronterizos como aquel campamento fortificado estuvieran rebosantes de gente intentando vender sus habilidades. La puerta se abre y entra el señor del lugar seguido de dos escoltas. A pesar de estar en guerra siempre iba con el camisote de mallas impoluto, Spatha al cinto y un aire de desdén propio de los que están arriba. Con su entrada la taberna se queda muda y todos los ojos de vuelven hacia él. Se toma su tiempo antes de hablar observando al gentío. Por fin rompe el silencio. —Necesito dos hombres capaces para una misión de reconocimiento. —Es un trabajo perfecto para nosotros —dice uno de nuestros héroes. El noble les mira de arriba abajo y a falta de más voluntarios se sienta con ellos. —Decidme vuestras profesiones y habil